¿Él es Adan?
29 diciembre 2010 — Se han encontrado en Israel restos de humanos modernos más antiguos que ninguno otro descubierto hasta la fecha —según los titulares. Desde luego, los descubridores del esqueleto, desde su perspectiva evolucionista, no consideran ningún vínculo bíblico. No se trata de que Adán fuese israelita, pero, como en el carácter de algún posterior profeta bíblico, este descubrimiento parece pronunciar sentencia sobre los modernos idólatras desde su tumba —o desde su cueva. La pretendida edad de 400.000 años para los fósiles y artefactos —el doble de la anterior estimación evolutiva para el más antiguo humano de forma moderna— es lo suficientemente antigua para hacer caer la tesis evolucionista.
Bahía de Cook, Moorea, Islas de la Sociedad, Polinesia Francesa (Polinesia Oriental). La fecha de su colonización parece no tener la antigüedad que se le suponía; por otra parte, el ADN del grupo humano polinesio comparado con los antiguos denisovanos siberianos ha causado conmoción. Fotografía cortesía de RV.
Los fósiles descubiertos en la Cueva de Qesem, en la región central de Israel, consisten en unos dientes humanos de apariencia moderna y en indicios de conciencia del yo y de control sobre la naturaleza. PhysOrg anunciaba: «Arqueólogos israelíes han descubierto restos humanos que datan de hace 400,000 años, lo que pone en duda a la opinión convencional de que el Homo sapiens se originó en África, decía el director de las excavaciones en Israel el pasado martes». Se debe decir que la teoría de la procedencia africana ha sido más que una «opinión convencional»: para los paleoantropólogos evolutivos constituía un dogma intocable. Situar humanos modernos en una antigüedad de dos a cuatro veces superior a lo que se solía creer, y en Israel en lugar de en la Garganta del Olduvai o en la Cueva de Sterkfontein causa sobresalto, por decir poco.
Science Daily, que califica al descubrimiento de «sin precedentes», está de acuerdo en que «los descubrimientos realizados en la Cueva de Qesem pueden poner patas arriba la teoría de que los humanos modernos se originaron en el continente de África». Queda por ver qué tendrán que decir como respuesta los paleoantropólogos que han dedicado vidas enteras al estudio de los fósiles africanos, excepto que Live Science daba este titular: «Los peces nadaban por el Sahara, lo que apoya la teoría de la procedencia africana». Hubo un pasado en el que toda la región era un vergel, la arena todavía no había hecho su aparición. En cuanto a cómo la abundancia piscícola en el medio del Sahara en el pasado apoya la teoría de la procedencia africana, Charles Q. Choi corregía visiones iniciales de pescadores que fueron siguiendo los peces hacia el norte: «Ahora resulta que el Sahara pudiera no haber sido tan imposible de pasar como se creía antes —no sólo para la humanidad, sino también para los peces». (Véase el resumen del artículo en PNAS sobre el que se basa esta idea.)
Sin embargo, y tensando su propia credibilidad, el profesor Avi Gopher, de la Universidad de Tel Aviv extrajo esta gema de su cronología evolutiva: «Nuestra cueva fue usada durante un período de alrededor de 250.000 años —desde hará alrededor de hace 400.000 años hasta hará como 200.000 años». Si se acepta esta afirmación, esto significaría que humanos anatómica y mentalmente modernos estuvieron allí radicados en esta cueva durante 250.000 años, 20 veces el tiempo que las más generosas estimaciones de la historia escrita, y que no pensaron nunca que algo interesante inventar la escritura y las naves espaciales, o visitar California. De una u otra manera, este maestro del sesgo interpretativo, el doctor Gopher, cree que su espectacular anuncio puede «realzar nuestra comprensión de la evolución de la humanidad», a decir del artículo. ¿Cómo maquillarán los datos, sus colegas?:
El profesor Gopher y el doctor Barkai observaron que los descubrimientos relacionados con la cultura de los habitantes de la Cueva de Qesem —incluyendo la producción sistemática de hojas de sílex; el uso regular del fuego; evidencia de actividad de caza; corte y distribución de carne de animales; minado de materias primas procedentes de fuentes subterráneas para producir herramientas de sílex —todo esto refuerza la hipótesis de que esta fue, realmente, una conducta innovadora y pionera que puede corresponderse con la aparición de humanos modernos.
Mientras, más y más antropólogos están uniendo esfuerzos por derribar el viejo mito del Neandertal. «Los Neandertales se comían sus verduritas», anunciaba PhysOrg, lo que demuestra que las mamás Neandertales no sólo habían aprendido a recolectar y cocinar materiales vegetales (no sólo bistec de Mamut), sino que debieron llegar a dominar bien pronto esta frase: «Nada de postre hasta que te hayas comido las espinacas», por no decir nada de que esto pudieron aprenderlo de sus predecesores —los humanos modernos. Quizá se encontraban en la plaza e intercambiaban recetas. (Véase el resumen en PNAS para el artículo en el que se basa esta idea.)
Clive Finlayson, antropólogo y director del Museo de Gibraltar, escribía para BBC News que esto significa que todo ha cambiado: «Se replantean las teorías de la descendencia humana», decía, «De modo que los Neandertales no eran unos estúpidos simios, sino humanos, y se cruzaron con nuestros propios antecesores».
Finlayson también transmitía otro chocante reportaje según el que otra rama de hombres primitivos estaba en Siberia mientras los Neandertales estaban en Europa. Llamados Denisovanos por la cueva en la que se encontraron huesos de los dedos, ADN y herramientas, esta gente se supone que vivieron hace más de 50.000 años. Live Science destacaba una chocante expresión adverbial en esta oración poniéndola en primer lugar: «Cosa extravagante, el ADN de estos siberianos extintos parece insólitamente similar al de los habitantes de las islas de la Melanesia tropical en el Pacífico». Como todo el mundo sabe desde la época de Gauguin que los europeos son interfértiles con los tahitianos, esto sólo puede significar una cosa: que los especialistas en manipulación tendrán que hacer horas exgtras: «Hay ya indicaciones que sugieren que el statu quo prevalecerá y que encontraremos razoneshacer a esta gente algo menos inteligente que nuestros antecesores directos», decía Finlayson, plantándose. Luego atacaba: «Lo irónico es que la comunidad científica va a tener que adaptarse a aceptar que los Denisovamos y los Neandertales pertenecían también a la especie que conocemos como Homo sapiens». Entonces, si nuestros hermanos Neandertales fuesen a participar en una conferencia sobre paleoantropología, ¿quién iba a llamar estúpido a quién? para
Entonces, ¿cuál es la lección en esta última serie de descubrimientos bomba? Bien, por una parte, el desconcierto generalizado: «De modo que los que pretendían que los Neandertales sólo comían carne, una casi imposibilidad fisiológica, tienen que replantearse sus argumentos». Esto suponiendo que su manera de pensar estuviera basada en ningún argumento, para empezar. De forma más directa, Finlayson añade, incidiendo en su propia opinión particular acerca de que la extinción de los Neandertales se debió a una perturbación medioambiental (véase Los neandertales—¿El fin de un mito?):
Ésta es una lección que todos nosotros [los paleantropólogos] debemos aprender. Pero a pesar de los datos, los hay que se resisten. Para los arqueólogos, un criterio de la humanidad moderna ha sido la tecnología del Paleolítico Superior.
En años recientes la divisoria entre esta tecnología y sus hacedores se ha vuelto crecientemente difusa, y yo mantendría que la tecnología ya no puede usarse como criterio para los taxones humanos.
Esta divisoria tecnológica, cuando se dice que se encendieron las luces internas del cráneo en el primer Hombre Sabio, marca esencialmente (en la perspectiva de ellos) una transición de evolucionar por medios darwinistas a llegar a dominar el diseño inteligente. Quizá fue una mutación lo que llevó a la «aparición» de nuestra clase de organismo biológico. Sea lo que fuere que esto significa, probablemente coincidió con la evolución del humor. Finlayson no puede resistir clavar una puñalada en las costillas de sus colegas cuentistas antropólogos (en este caso, el equipo del descubrimiento Denisovano), que emitieron la hipótesis de que las herramientas que encontraron en la cueva tuvieron que haber sido hechas por humanos posteriores «reales»: «En otras palabras, los Denisovanos vivieron hace más de 50.000 años, y las herramientas fueron elaboradas hará entre 30.000 y 23.000 años por humanos invisibles». Esto es suficiente para hacer que el fuego del suelo de la cueva crepite un poco más fuerte.
Epílogo. Hablando de Melanesia y de las Islas del Pacífico, un reciente artículo en Proceedings of the National Academy of Sciences (véase Resumen) de Wilmshurst, Hunt, Lipo y Anderson presentaba una nueva cronología «de alta precisión» usando dataciones radiocarbónicas que indican «una colonización inicial humana reciente y rápida de Polinesia Oriental», siglos más reciente de lo que se creía antes. Dicen: «Nuestra cronología de base empírica y espectacularmente acortada para la colonización de Polinesia Oriental resuelve paradojas seculares y ofrece una robusta explicación para la extraordinaria uniformidad de la cultura, biología humana y lenguaje de la Polinesia Oriental». Estas islas no fueron ocupadas por humanos hasta comienzos de 1025 d.C. —cosa extraordinaria si los humanos modernos habían estado sobre la tierra durante 400.000 años, considerando que el ADN de los Denisovanos se parece al de los melanesios. «Los modelos de colonización, de cambio ecológico y de lingüística histórica para la región», decía, «exigen ahora una revisión considerable». Esta clase de revisiones podrían también ser necesarias en el caso de teorías acerca de migraciones humanas en general, considerando con cuánta rapidez los humanos se esparcieron por Polinesia una vez comenzaron las migraciones.
Es evidente que cualquier nueva revisión fundamental de la narrativa evolucionista del hombre primitivo no hará más que remover los escombros. Hay demasiado en juego para admitir la bancarrota general del modelo materialista del origen del hombre.
Finlayson debería clavarse la puñalada en sus propias costillas. Sigue siendo evolucionista a pesar de esta destructora serie de refutaciones del cuento evolutivo. No son sólo sus colegas los culpables de fabricar pruebas invisibles siempre que las necesitan para mantener el mito en pie. Observemos cómo acusaba a científicos de a veces asegurar que el statu quo prevalezca frente a ataques procedentes de datos, o de sacarse «razones» para describir a ciertos grupos humanos como menos inteligentes que nosotros —una especie de racismo histórico basado en la ideología del darwinismo social. Y la gente sigue esto por la destreza con la que los evolucionistas manipulan las palabras y los pensamientos para atribuir un aura «científica» a su técnica cuentista. Es como aceptar el seductor juego del «eslabón perdido» sin darse cuenta de que lo que falta es toda la cadena. Este último episodio en el desfile de contradicciones paleoantropológicas aparece en este blog para exponer que el cuentismo evolucionista no es sólo un extravío y un retorcimiento del pensamiento, sino que resulta penoso. Esta es la entrada 68 en la categoría de «pseudociencia», lo que significa que si el lector sigue esta etiqueta y los va leyendo todo, podrá pasar un rato de diversión con el intento del Hombre Sabio de tratar de elucidar su origen a la vez que rechaza recurrir a su verdadero Registro Histórico de Los Libros [en griego: Ta Biblia], donde verdaderamente se encuentran sus raíces.
Lecturas adicionales
Jerry C. Bergman:
Arthur C. Custance:
- El Origen de las Naciones - Estudio sobre Génesis 10
- Las culturas primitivas: un reexamen del problema de su origen histórico
- Los restos fósiles del hombre primitivo, y el registro histórico del Génesis
- La falacia de las reconstrucciones antropológicas
Frank W. Cousins
Fuente: Creation·Evolution Headlines – Adam Found? 29/12/2010
Redacción: David Coppedge © 2010 Creation Safaris - www.creationsafaris.com
Traducción y adaptación: Santiago Escuain — © SEDIN 2011 - www.sedin.org con permiso del traductor para www.culturacristiana.org
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